
Voy en un tren sentada de espaldas, en dirección contraria, al sentido en el que avanza el convoy. Siento que me alejo de algo. Si estuviera sentada en el mismo sentido del tren, sé que sentiría que me acerco, que avanzo hacia algún destino. Un simple giro y la percepción que tengo de las cosas es completamente distinta. Intento hacer lo mismo con otras cuestiones. A veces hasta me sale bien. Cuando me pasa algo desagradable, visualizo un dron que sube por encima de mí, hasta que sólo soy un punto más en un mar de puntos: la situación se hace notablemente menos pesarosa y lo que me afectaba tanto se diluye completamente. O casi. Todo se complica más cuando intento aplicar el ‘sistema dron’ a las cuestiones sociológicas y políticas. Ahí me da a mí que no vale el dron, que, más bien al contrario, hay que reducir la escala y mirar las cosas desde muy cerca, casi a flor de piel, para comprenderlas mejor. Sería el antidron, el macro.
Parte de un artículo Isabel Coixet