
Todas las tardes salgo a pasear por unas calles por las que forzosamente has pasado o tendrás que pasar, pero nunca me encuentro contigo. Estás, pero no puedo verte. La rutina de un horario distinto o el laberinto de lo aleatorio, lo ha doblado todo. No es la misma ciudad, no son las mismas luces, ni el mismo silencio, porque si el tiempo no es el mismo tiempo , el espacio tampoco. Ni siquiera la casualidad, la prisa o la tardanza han podido saltar este abismo que nos hace transitar en caminos distintos por idéntico sitio ¿Cómo es posible que después de haber recorrido juntos aquella calle que parecía interminable, yo me empeñase en no seguirte a la izquierda y continuar hacia delante como si fuera mi rumbo? No querer cambiar la calle, me ha costado que nuestros caminos no hayan vuelto a cruzarse jamás.
Del libro de mi amigo Antonio Marín Pérez. «Mal De Altura»