“Nos pasamos toda la vida soñando con deseos incumplidos, recordando cicatrices, construyendo artificial y mentirosamente lo que pudimos haber sido; constantemente nos estamos frenando, conteniendo, constantemente estamos engañando y engañándonos; cada vez somos menos verdaderos, más hipócritas”. Mario Benedetti- Gracias por el fuego

construimos estos recuerdos para nosotros mismos,
en donde nuestros ojos nunca se cierran,
los corazones nunca se rompen,
y los momentos quedan quietos, congelados para siempre.
Así que puedes guardarme en el bolsillo
de tus vaqueros rasgados,
abrazarme hasta que nuestras miradas se encuentren,
nunca estarás sola,

Decir lo siento implica, por encima de todo, reconocer que uno ha hecho algo mal. Además del reconocimiento, lo que se busca también es expresar arrepentimiento al otro. Asimismo, al pedir perdón se admite que dicho acto concreto ha tenido una consecuencia evidente: generar dolor y sufrimiento. Como podemos ver, pocos procesos son tan complejos y demandan a su vez un ejercicio tan profundo de delicadeza emocional y valor para admitir lo sucedido. No todo el mundo sabe o desea aplicar cada uno de estos procesos tan básicos, a veces, nos encontramos con personas que nos piden perdón como quien da los buenos días. Para manejar una realidad que duele es necesario comprenderla. En ocasiones, el simple hecho de exponer la realidad de lo ocurrido y lo sentido al respecto ya nos alivia. Independientemente de que se produzca un “lo siento» Este hecho es curioso y vale la pena reflexionar sobre ello. Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de Rotterdam en los Países Bajos respaldan la hipótesis de que cuando nos traicionan, engañan o decepcionan, necesitamos una disculpa. Sin embargo, en determinados, casos esa disculpa no nos genera alivio. Cuando necesitamos una disculpa de manera desesperada ante un agravio sufrido, vale la pena hacer una reflexión previa. En ocasiones, un “perdóname” en voz alta tiene poco de sincero. Otras veces, esa disculpa no nos confiere el alivio que esperábamos. En esas (y en todas las circunstancias), el trabajo de recuperación recae en nosotros mismos. Lo haremos aceptando la realidad y reparando los daños con elevado amor propio. El mundo está habitado por personas valientes y con empatía que siempre estarán ahí para nosotros.
Parte de un artículo de Valeria Sabater