El Retorno

Paris. Foto tomada en Septiembre2021
 Que Siempre sea Verano Israel Fernández y Pablo Alboran 

El eterno retorno: Coda

Coda (Canadá, 2019), sorprendente opera prima del antes sólo conocido como guionista quebequés  Claude Lalonde. Una película aguda e inteligente, narra el sinuoso retorno a los escenarios del maduro pianista inglés Henry Cole (el gran actor inglés shakespereano Patrick Stewart, en un papel inédito en su carrera cinematográfica), quien padece el alucinante pánico escénico que a tantos otros prestigiados artistas les ha provocado tener que enfrentarse al escrutinio público. Imposible dejar de pensar en la premiada cinta Claroscuro, de Scott Hicks, de 1996, en derredor del ––éste sí real–– australiano David Helfgott (revelación definitiva de Geoffrey Rush), niño prodigio cuya crisis emocional adulta se detonaría tras la presencia de un padre autoritario y de frente a las exigencias del Concierto para piano No. 3 de Rachmaninov.

Estructurado en flashbacks y contada por la musa salvadora (la bella y aquí profunda actriz norteamericana Katie Holmes), la famosa frase inicial de Nietzsche (“La vida sin música sería un error”, rescatándonos del mundanal ruido, parafraseando al inteligente musicólogo Alex Ross) contextualiza bien el sentido que Lalonde le quiere dar a este hermoso poema visual y sonoro donde el pianista Henry Cole en crisis y su liberadora musa Herren Morrison comparten con particular convicción ––y pasión, por supuesto­­–– la obra paradigmática de compositores del periodo romántico como Schubert, Schumann, Chopin y Liszt, claro, con el previo parteaguas beethoveniano en la cima. Por otra parte, Coda resulta ser uno de esos escasos largometrajes de ficción donde la música deja de ser mero pretexto para convertirse en personaje protagónico, en un constante agudo reflexionar sobre el hecho artístico, sobre las múltiples e inagotables funciones ––mejor sería hablar de su sentido intrínseco–– del arte y de la propia creación musical.

Entre otros méritos de este inusitado largometraje de Lalonde se resuelve conforme ahonda en las fuentes de una escuela que tuvo sus simientes en el propio sturm und drang alemán y sus epígonos filosóficos con Schopenhauer y el citado Nietzsche que supieron reinterpretar con agudo olfato moderno el mito clásico del “eterno retorno” (el ser humano se transforma en el “Übermensch” hasta cuando logra vivir sin miedos). La más que representativa imagen del pintor Caspar David Friedrich: “El caminante sobre el mar de nubes”, aparece aquí en la figura aleccionadora del mismo Beethoven, como símbolo de quien en compenetración con la belleza y la sabiduría de la naturaleza (Cole reencontrándose en los parajes suizos de Sils Maria de los que Herren le hablaba y donde Nietzsche se esclareció su teoría del Superhombre) encuentra la anhelada paz y el reconocimiento de sí mismo. Bellas imágenes (la plástica e impecable fotografía la firma Guy Dufaux) corre al ritmo de la propia música como hilo conductor, como motivo y razón de ser, en la medida en que le da sentido a sus vidas. El aquí esencial editor musical es Guy Pelletier, y el pianista que interpreta la obra de los genios inspiradores, el ucraciano-canadiense Serhiy Salov..

Por Mario Saavedra

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