Sensaciones

Puede ser una imagen de comida y texto que dice "SENSACIONES MÁGICAS LA PIEL DE GALLINA QUE TE DALA MÚSICA PISAR EL PASTO DESCALLO TIRARSE A VERLAS ESTRELLAS EL SILENC1O TERMINARUN LIBRO LA SIESTA EN INVIERNO LAS CHARLAS LA MADRUGADA ESCUCHAREL RUIDO DE LA LUVIA EL AMOR. nubedeverano"
Sensaciones mágicas: La piel de gallina que se te pone con la música. Pisar la hierba descalzo. Echarse para ver las estrellas. El Silencio. Terminar un libro. La siesta en invierno. Las charlas de madrugada. Escuchar el sonido de la lluvia. El Amor

Nunca hubiera podido imaginar que una ausencia ocupara tanto espacio, mucho más que cualquier presencia. Y fui consciente de mi gran soledad. Y este conocimiento aumentaba la tristeza que ya había descubierto. Sólo que ahora era mucho mayor.

Y no lloraba, pero me daba cuenta de que mi voz estaba húmeda, como empapada de las lágrimas que últimamente se resistían a brotar de mis ojos, que tal vez caían hacia adentro, sobre el montoncito de piedras que iba tapando, más y más cada día, el corazón.

Y entonces sentí un gran deseo de comunicar la paz o la felicidad, esa peligrosa palabra que no debe pronunciarse y que de pronto había llegado a mí. Pero sólo se me ocurrió apretarle la mano (a mi padre). Lo hice una sola vez, y casi al instante él me devolvió el apretón: y lo hizo dos veces. Los dos mirábamos hacia el cielo casi blanco, y con otro apretón de manos volví a decirle que le quería. Me respondió de la misma forma. Creo que nunca, ni antes ni después, he mantenido con nadie una conversación más íntima, más explícita. Ni tan bella.

Me senté en un rincón, esperando un trocito de silencio donde introducirme.

Inhabitado Ana Maria Matute

Joan Manuel Serrat – Aquellas pequeñas cosas.

Je Je ne parle pas francais Namika
Lf 8 20

Lee Friedlander Nueva York, 1963 Imagen de plata en gelatina 28 x 35,5 cm Cortesía del artista y de Fraenkel Gallery, San Francisco © Lee Friedlander, cortesía de Fraenkel Gallery, San Francisco

Como bien dicen su visión no se corresponde con el instante decisivo de Cartier Bresson, donde todo se desmoronaría después de hacer la foto. Lo que importa en la fotografía de Friedlander es el encuadre preciso. Esta es la seña de identidad del autor y lo que se debería estudiar en todas las escuelas.

Si en sus fotografías faltara algo de lo que vemos se caería como un castillo de naipes, como un arco cuando le quitas la clave. Es difícil llegar a este estado. Y seguro que muchos le acusaran de fotografiar el caos. Pero todo consiste en saber leer la fotografía.

La estética de Lee Friedlander, como la de otros fotógrafos americanos del corte de Garry Winogrand, Robert Frank o William Klein, felizmente recuperados próxima la década de los setenta, se ha asociado a la de los grandes músicos de jazz de los años cincuenta. Durante aquel periodo, hastiado del realismo de los cincuenta, las inquietudes fotográficas parecían almas gemelas de otras áreas de la plástica. Su generación veía a través del filtro de una aparente sobredosis de ingenuidad, casi la misma de la foto aficionada; parecían apretar el disparador sin la más mínima intencionalidad artística. Quisieron construir un relato análogo de las formas literarias con las que les tocó convivir. Tendencia recuperada, para la que despierta mayor interés los retratos de la trastienda que la espectacularidad de los instantes decisivos. Sólo que la aleatoriedad de Friedlander, como las de sus compañeros, sigue unas reglas, las de la geometría euclidiana, ajustando perspectivas y ordenando volúmenes para crear pasivamente una atmósfera. Como escribió Lemagny al respecto, a la precisa marquetería de Friedlander se le opone la anarquía de Winogrand. …Parte de un artículo de Fernando sanchez

Friedlander es un fotógrafo de la vida en los espejos, de los vagos espectros reflejados sobre los cristales de un escaparate y los objetos que celosamente guardan en sus vitrinas. Da igual que sobre éstos se desdibuje su propia sombra, porque el retrato así adquiere infinidad de lecturas (Wilmington, 1965; Wespoert, 1968 … ), igual que ocurre con el refotografiado de la pantalla de un televisor o la de un cine de verano. Su denominador común es el registro de referentes (ese segundo grado): monumentos (The american monument fue su proyecto estelar, realizado durante 10 años para el tricentenario de Estados Unidos), cuadros (Roma, 1964), vallas publicitarias, neones, retratos sobre aparadores domésticos, fotos de presidentes de Estados Unidos…Para él, «la cámara fotográfica no es simplemente un aparato para reflejar, y las fotografías no son exactamente el espejo; el espejo sobre la pared miente». Parte de un artículo de Manolo Falces

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