Un Nuevo Día

«Todos los cambios, aun los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía, porque aquello que dejamos es una parte de nosotros mismos: Debemos morir en una vida para entrar en otra». Anatole France 

Muse – feeling good

Hace unos días circuló en redes sociales una publicación que decía: “Ser excesivamente independientes y autosuficientes es señal de haber sufrido grandes decepciones, a tal punto que sentimos que no podemos confiar en nadie más que nosotros. Pero la verdad es que nos necesitamos; somos interdependientes y no podemos sobrevivir sin la ayuda de los demás”.

 El psicoanalista inglés John Bowlby formuló su teoría del apego, que postula que los vínculos iniciales que se forman entre el niño y sus cuidadores primarios dan paso a modelos internos operantes que se mantienen a lo largo de su vida, teniendo una incidencia a la hora de vincularse de manera afectiva siendo adultos. La psicóloga especializada en apego y miembro del Family Relations Institute, Lorena Soto, explica que la teoría se basa en que establecemos vínculos desde que nacemos con algunas figuras significativas y con ellas vamos configurando la base neurológica de la personalidad. “Estas figuras de apego lo que hacen en enseñarnos a establecer relaciones de intimidad. En ese sentido, los temas no resueltos con nuestros cuidadores primarios van a influir en cómo nos vinculamos después”.

Matamala agrega que hay otras razones por las que un individuo puede mostrarse excesivamente independiente y rehuir de la cercanía, optando por no recurrir nunca a los demás, incluso si de base, y como especie, somos gregarios. “Esta hiperindepenencia puede estar ligada a situaciones traumáticas, de manera inconsciente incluso. Esas experiencias pueden traducirse en una mayor dificultad a la hora de armar proyectos de pareja o de trabajo, o de comprometerse con alguien o algo”, explica el especialista. Porque claro, comprometerse también implica mostrarse vulnerable. “Muchas veces pasa que esta autosuficiencia es producto de una experiencia traumática que vamos silenciando. De ser así, al establecer conexiones de mayor cercanía con otros, inmediatamente sentimos rechazo o una sensación de incomodidad. Al final, son mecanismos de defensa”, reflexiona Matamala. “Porque nuestra historia, experiencias y relaciones tempranas, dan cuenta de cómo nos relacionamos, pero también de cómo de un momento a otro nos empezamos a defender de las experiencias dolorosas. Asumiendo, muchas veces internamente, de que la única forma de hacerlo es dependiendo únicamente de nosotros mismos”.

La mitad de la belleza depende del paisaje;
y la otra mitad de la persona que la mira. . .
Los más brillantes amaneceres;
los más románticos atardeceres;
… los paraísos mas increíbles;
se pueden encontrar siempre en
el rostro de las personas queridas.

Hermann Hesse

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