

Este aire que me obsesiona día y noche
Este aire no ha nacido hoy
viene de tan lejos, como yo vengo
Arrastrado por cientos de miles de músicos
Un día ,este aire me volverá loca
Cien veces he querido explicar por qué
Pero me cortó la palabra
siempre habla antes que yo
y su voz cubre mis palabras
Padam, Padam, Padam
el viene corriendo detrás de mí
Padam, Padam, Padam
me engaña para que me acuerde de ti
Padam, Padam, Padam
es un aire que me señala con el dedo
Y me arrastra en pos de mi como un extraño error
ese aire que sabe todo de memoria
Dice: «Acuérdate de tus amores
Recuerda, ya que es tu turno
«No hay ninguna razón para que tu no llores
con tus recuerdos sobre los brazos»
Y me acuerdo de los que se quedan
Mis veinte años hacen tocar el tambor
Veo golpearse los gestos
toda la comedia de amores
sobre este aire que siempre va
Padam, Padam, Padam
los «Te amo» del catorce de julio
Padam, Padam, Padam
los «siempre» que se compran con un descuento
Padam, Padam, Padam
los «¿Quieres tu?» que aquí están por paquetes
Y todo para caer justo en la esquina de la calle
sobre el aire que me ha reconocido
Escuché el jaleo que me convierte
Como si todo mi pasado desfilase
hay que guardar el dolor para después
Tengo todo un solfeo en el aire que golpea
que late como un corazón de madera
Soy esa mujer que ya no necesita demostrar nada a nadie. Hace tiempo que me cansé de complacer, de dar explicaciones a oídos sordos, de mover montañas por quien ni tan solo me cedía su respeto. Estoy en esa etapa de la vida en que para ofenderme, debes importarme, en que ya no doy explicaciones a quien tiene tapados los oídos y el corazón. Soy esa mujer sin máscaras que ya no necesita demostrar nada a nadie.
El amor debe “validarse” a diario, no hay duda, pero en ocasiones, caemos en situaciones donde el cariño se convierte casi en una extorsión. Obviamente, puede ocurrir para ambos géneros por igual, pero es más común que sea la mujer la que está obligada a demostrar que es capaz de hacerlo todo por el cónyuge, de dejar a un lado sus necesidades y deseos por cumplir las expectativas ajenas.
Hemos de ser buenas hijas con nuestros padres, con nuestra familia, aunque esta nos haya fallado un día sí y otro también Hemos complacido durante mucho tiempo y dibujado muchas sonrisas cuando lo que sentíamos era desesperación.
A pesar de todo, siempre llega un día en que más que abrir los ojos, encendemos por fin esa luz interna que conecta directamente con nuestras emociones para decir “basta”. Es entonces cuando nos damos cuenta de que la única persona a la que hemos de demostrar algo, no es a los demás, sino a nosotros mismos. Porque cuando somos capaces de conectar con nuestras necesidades, el mundo empieza a girar al son de otra música más relajante, más hermosa.
Ya no seré esa niña con la mirada cuajada de sueños que dibujaba sus iniciales en el firmamento. Ni esa adolescente que ansiaba un amor romántico donde darlo todo a cambio de nada. O esa joven que confunde ser feliz con hacer felices a los demás.
Necesitamos armonía. Si nos vemos cada día en la obligación de demostrar ciertas cosas para ser “validadas” como personas es que algo no va bien.
La eterna necesidad de demostrar algo que no somos o de buscar la complacencia ajena, es poco más que una forma de lenta tortura que puede no terminar nunca. No negocies tu integridad a costa de la pérdida de felicidad.
Parte de un artículo de Valeria Sabater