Fotos tomada en Le Parc de l’île saint-germain issy-les-moulineaux. Nenúfares 2019
Gabiel Fauré. Pavane, op 50. Paintings by Claude Monet
En Ebrio de enfermedad (Uña Rota), su protagonista, enfermo de cáncer, se lamenta de que los médicos a los que acude no consideren, a la hora de examinarle, que él ha leído a Tolstói. Creo que a todos los lectores nos gustaría llevar escrita en la frente esta advertencia: “He leído a Proust, a Kafka, a Joyce…”. A primera vista, podría parecer la versión literaria del “no sabe usted con quién está hablando”, pero es otra cosa. Se trata de una súplica: “No me trate usted con aspereza, se lo ruego: pertenezco a la especie vulnerable de los lectores”.
A veces, cuando nos hallamos en plena travesía de un libro que nos trastorna, agradeceríamos que ese trastorno computara a la hora de recibir un diagnóstico clínico, desde luego, pero también a la de ser juzgados, no sé, por una infracción de tráfico. Yo es que he leído a Homero y a Virgilio, señor agente, y ayer mismo comencé la Divina comedia. Los jueces y fiscales deberían conocer la biografía lectora del acusado antes de establecer sus conclusiones. Urge otorgar al lector, de una vez para siempre, un estatuto especial, quizá semejante al de los refugiados. No me mire usted así, es que he leído las obras completas de Simone de Beauvoir y los relatos breves de Patricia Highsmith.
Parte de un artículo escrito por Juan José Millás