«Que repitan que todo irá bien…»

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Faro de Navidad Cartagena

«El señor Trianón se instaló en un taburete, de espaldas al público, alzó una especie de varita con una lucecita roja intermitente en un extremo, se hizo el silencio y empezó el recital.
Cada vez que ocurre, es como un milagro. Toda la gente, todas las preocupaciones, todos los odios y todos los deseos, todas las angustias, todo el año de colegio con sus vulgaridades, sus acontecimientos menores y mayores, sus profes, sus alumnos abigarrados, toda esa vida en la que nos arrastramos, hecha de gritos y de lágrimas, de risas, de luchas, de rupturas, de esperanzas frustradas y de suertes inesperadas: todo desaparece de pronto cuando el coro empieza a cantar. El curso de la vida se ahoga en el canto, de golpe hay una impresión de fraternidad, de solidaridad profunda, de amor incluso, que diluye la fealdad cotidiana en una comunión perfecta. Hasta los rostros de los cantantes se transfiguran: ya no veo a Achille Grand-Fernet (que tiene una bellísima voz de tenor), ni a Déborah Lemeur, ni a Ségoléne Rachet, ni a Charles Saint-Sauveur. Veo seres humanos que se entregan en el canto.
Cada vez ocurre lo mismo, siento ganas de llorar, tengo un nudo en la garganta y hago todo lo posible por dominarme pero, a veces, me resulta muy difícil: apenas puedo reprimir los sollozos.
Entonces, cuando cantan en canon, miro al suelo porque es demasiada emoción a la vez: es demasiado hermoso, demasiado solidario, demasiado maravillosamente en comunión. Dejo de ser yo misma, paso a ser parte de un todo sublime al cual pertenecen también los demás, y en esos momentos me pregunto siempre por qué no es la norma de la vida cotidiana en lugar de ser un momento excepcional.
Cuando la música enmudece, todo el mundo aclama, con el rostro iluminado, a los integrantes del coro, radiantes. Es tan hermoso.
A fin de cuentas me pregunto si el verdadero movimiento del mundo no es el canto.»
La elegancia del erizo, expresa las emociones que invaden su alma cuando escucha la música del coro de su colegio.

Saltan chispas, mis dedos contra el papel

lo confieso , no puedo disimular,
cuando parpadea el brillo en mis ojos
y si arquea las cejas que empapan con fuerza.

el sudor , que recorre sin perder,
ni un segundo , cada esquina de mi piel ,
lo confieso , no me aguanto en soledad,
necesito que me rocen los demás…

Duele dentro , me perdí y no me encuentro
en esta ciudad que me parece tan inmensa
y yo me siento tan pequeña
y me enfado , me enrabieto, me cabreo
pierdo cierta compostura
quiero todo siempre aquí y ahora
y no se ni por donde empezar

que se huele el miedo
que come por dentro todas las ilusiones que tengo
que salgan arrugas en las comisuras de tanto reír
que vuelvan a verme buenas vibraciones
que repitan que todo ira bien
que me eches de menos
que en la vida me quiera bien

saltan chispas demasiado que observar
lo confieso , no puedo disimular
quiero mantener la mirada que cruza
y pensar que puede haber detrás de los rostros
que se van sin parar a imaginar
de donde vienen los quejidos del penar
reconozco que ya ni me conozco
busco el fondo
indeciso, oscuro y hondo

duele dentro , tengo frio
y no caliento ni los dedos de mis pies
ni la lengua ni mis labios
ni las huellas de mis manos
e insisto y resisto no desisto
quedan toallas prefijadas
saco pecho y clave los dientes
el sendero ya comenzó

que se huele el miedo
que come por dentro todas las ilusiones que tengo
que salgan arrugas en las comisuras de tanto reír ( ja ja )
que vuelvan a verme buenas vibraciones
que repitan que todo ira bien
que me eches de menos
que en la vida me quiera bien

la la la laaaa ……..

ya me obligo yo a usar mis dedos
en los versos que te escribo
pa´ que ignore los teclados
que me acercan a tu voz

que se huele el miedo
que come por dentro todas las ilusiones que tengo
que salgan arrugas en las comisuras de tanto reír
que vuelvan a verme buenas vibraciones
que repitan que todo ira bien
que me eches de menos
que en la vida nos quiera bien

saltan chispas
saltan chispas
saltan chispas
saltan chispas

María Rozalén

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