
Vota la razón o el corazó
¿Vota la razón o el corazón?
UNA democracia deliberativa, validable en el primer mundo, exige enriquecer los actuales escenarios de reflexión pública y, sobre todo, dignificar unas campañas electorales que por estos lares, se ciñen a explotar emociones populares, como la esperanza o el miedo, que al final son las que deciden el voto. Y sobre todo a exprimir los prejuicios, ya que como seres simbólicos que somos, según el lingüista G. Lakoff, nutrimos nuestros circuitos neuronales de marcos metafóricos, o sea de prejuicios, de forma que si un hecho real no encaja en ellos, se ignora el hecho y se mantiene el símbolo. Teoría que, como dice Adela Cortina, explicaría por qué tanta gente al votar no atiende tanto a sus intereses, como a sus valores morales, o sea, aquellos valores con los que se identifica, al margen de quien los represente. Proceso inconsciente que también explicaría por qué a pesar de tanta golfería, en los partidos y de políticos, de tanto escándalo y corrupción, hay tantos ciudadanos que los siguen votando: porque no les votan a ellos, sino a lo que simbolizan en el marco conceptual del votante. Y lo peor de todo, es que ese prejuicio que encandila -e impide que se vote a otro partido, aunque su candidato fuera estupendo-, más que fruto de un proceso racional, suele ser el poso de las pasiones inconscientes provocadas por el entorno propagandístico y mediático, hoy experto en generar pautas imaginarias que orienten el sentido de las conductas y del voto. Aunque el ocasional análisis de la realidad, aconseje todo lo contrario. Y así nos va. Por eso, lo único que sí nos garantiza esta democracia nuestra -más que deliberativa, mercadeada-, es que no tendremos un gobierno mejor que el que merecemos: por timoratos. Para que mejor lo entienda, le propongo un test, muy básico, que acaso le aclare por qué el resultado de las próximas elecciones, gane quien las gane, será otro desastre. Respóndase, sin trampas: ¿cree preciso analizar los programas o saber del rigor intelectual de los candidatos, para decidir a quién votar, o le basta su olfato? Al escuchar las sempiternas promesas de acabar con la corrupción o crear ‘nosécuantos’ empleos etc., ¿repara en cómo van a hacerlo, o eso ya le da igual? ¿Tiene en cuenta cómo ha gobernado cada partido antes y qué éxitos o bancarrotas causó acá o acullá? Pregúntese, en fin: ¿va a votar con la razón o con el corazón? ¿Le da igual? Pues nada, Ud. mismo.
José María Requena Company. Artículo leído en «El Almería»
Para que sepas. Juan Luis Guerra