¿Eres de los que escriben «vecinos y vecinas»?
¿Confundimos la corrección política con la corrección lingüística cuando hablamos del género en el lenguaje?
Algunos locutores de radio y televisión o conferenciantes cometen con relativa frecuencia un error curioso. Podríamos llamarlo «contagio de género»: en sus discursos orales, hacen que sus pronombres relativos compuestos (los que, el que, la que, lo cual…) concuerden con lo que tienen más cerca, sin más, perdiendo de vista el género de la palabra a la que hacen relación. Aquí van tres sorprendentes ejemplos reales de esta tendencia oídos en la radio recientemente:
«Cospedal asistió a un simulacro de evacuación en la que participaron más de quinientas personas»*. Se refiere al simulacro, por lo que debería poner «en el que participaron más de quinientas personas».
– «Un libro del ámbito de la psiquiatría, en la que se señala…»*. El pronombre relativo está aquí para explicar algo que se señala en el libro. Por lo tanto, lo correcto es decir «en el que se señala».
– «Hay muy pocas situaciones de peligro real en el que no haya sentido pánico»*. En este caso, el pronombre relativo se refiere a las situaciones, por lo que debe ser femenino y plural: «en las que no haya sentido pánico».
Estas faltas de concordancia son frecuentes en discursos improvisados, y mucho más graves y fáciles de detectar en textos escritos.
Presumo que esta arbitrariedad de uso del género en la construcción de frases es impremeditada, pero me lleva a otro tema mucho más comentado: el de esas personas que han decidido conscientemente desatender las normas ortográficas en cuanto al género alegando cuestiones políticas.
En ese asunto de considerar sexista el lenguaje, como en tantos otros, hay dos posiciones. Los que se indignan porque ven machismo en el hecho de que el plural mixto en castellano tenga la misma terminación que el plural masculino y los que creemos que es una regla lingüística más, creada a favor de la economía expresiva, y la acatamos sin buscar en ella connotaciones sociales o políticas de ningún tipo y, por supuesto, sin inventar formas rocambolescas de sustituir esas palabras. Así como otras discusiones podrían no tener fin, esta es bastante sencilla: el reglamento está de parte del segundo grupo de opinión, sea eso de nuestro agrado o no.
Ninguna persona que respete nuestra lengua escribirá el terrible «estimad@s vecin@s»*. Ni siquiera el correcto pero innecesario y redundante «estimados vecinos y vecinas», que en realidad debería ser, siguiendo sus propios argumentos, «estimados y estimadas vecinos y vecinas», o «estimados vecinos y estimadas vecinas». O el incompresible «estimadas vecinas» en el caso de que en la sala haya más mujeres que hombres (otra norma inventada), o el también empleado «las y los vecinos»*. Estas fórmulas o cualquier variante similar no hacen más que dejar claro que el que las escribe carece de conocimientos lingüísticos y gusto por la expresión.
No es que el castellano no tenga una terminación para el plural mixto: la tiene, y esta coincide con la terminación del plural masculino. Es perfectamente lícito que algunas personas se lamenten de que no haya una tercera forma del plural, diferente de las dos existentes, para ser usada al referirse a colectivos donde hay hombres y mujeres (¿quizá «-es»? ¿«Vecines»*?) Pero no lo es tanto que, ante la ausencia de esa regla que les gustaría que existiera, inventen formas de plural mixto que atentan contra la gramática y el estilo.
Podemos comentar que no nos gusta la norma, al igual que muchos lamentamos que la RAE aconsejara eliminar la tilde del adverbio «solo» cuando este equivalía a «solamente». Podemos gritar a los cuatro vientos que nos gustaría que el plural mixto fuera «-as» cuando se refiera a un grupo con mayoría femenina. Pero una cosa es dar nuestra opinión y otra muy distinta tomar la justicia por nuestra mano y llenar nuestras comunicaciones de construcciones que, atendiendo a la única norma vigente, son inaceptables.
También hay muchas palabras que en singular tienen una sola forma, masculina o femenina, independientemente del sexo de la persona a la que se refieran. Y no he visto a nadie quejarse porque digamos «las víctimas» o «las personas» aunque haya hombres entre ellas; ni a nadie reclamando que se diga «los víctimos*» ni «las personas y los personos»*. Quizá deberíamos exigir también que se dijera atleto*, cineasto* o pediatro*. O «queridos congéneres y congéneras»*. La lista de despropósitos sería interminable…
En este enlace, la RAE aporta algunos ejemplos que dejan muy claro por qué es mucho más efectivo que las cosas se queden como están.
Aunque a mí me gusta más esta explicación de mi admirado Javier Marías, a la que creo que nadie debería agregar nada que no fuera «¡chapó!» (aceptada en lugar de la original francesa).
Supongo que todo depende de nuestra tendencia a ofendernos. De dónde coloquemos ese listón. Yo no me siento en absoluto disgustada porque se me incluya en un inocente «estimados vecinos». ¿Debería estarlo? Es una forma cortés y está correctamente escrita. Hay asuntos mucho más graves por los que ofenderse, y esas reacciones exageradas que pretenden crear polémica sobre el supuesto sexismo del lenguaje hacen que pierdan fuerza las reivindicaciones serias contra los casos reales, graves e inaceptables de machismo.
ISABEL GARZO
Se me olvidó que te olvidé