«Apreté los dientes, apreté los puños y recuerdo haber intentado aquel día, con esos mismos puños apretarme el corazón.
Nada me sirvió. El dolor se había hundido de tal forma que era incapaz de extraerlo.
No era un dolor físico, era distinto, de los peores, de los que atacan al alma……..
De los que penetran hasta lo más hondo del tejido, de los intensos, crónicos, de los que se quedan impregnados en la piel, de los que ya no se van por mucho que sonrías…… De los que te hacen mezclar incredulidad, rechazo, enojo y culpa»
Leido en la novela de Eloy Moreno «El boligrafo de gel verde»
El Cigala Alfonsina y el mar