Las Lágrimas de Eros

 

Cuando un filósofo, especialista en estética, dirige un museo de arte, pueden surgir exposiciones cuyas obras artísticas evoquen los sentimientos y preocupaciones más ancestrales del Hombre. Obras que van más allá de los acontecimientos históricos, de los conceptos religiosos y del puro deleite estético. Y es así como Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, nos presenta una personal selección de obras inspiradas en el ensayo de Georges Bataille, Lágrimas de Eros, título original de un cuadro de la Escuela de Fontainebleau, más conocido como Venus llorando la muerte de Adonis. Pinturas y esculturas que, más allá de los hechos religiosos o míticos que ilustran, nos hablan de un mundo de locura, esencialmente divina, basado en el arrebato voluptuoso, en el frenesí de la pasión, en el hechizo de traspasar lo prohibido y en el regreso al sentido sagrado que une éxtasis y muerte. Figuras y relatos míticos que hablan de erotismo, adquirido desde su origen o a lo largo de la evolución de las sociedades. Una exposición que cobra sentido en la sociedad occidental de los albores del siglo XXI, donde la búsqueda del placer como un fin en si mismo dejó de ser pecado sin dejar de ser sagrado.

Renacimiento del erotismo

Durante la Edad Media la sensualidad de los cuerpos desnudos, tentadores e incitadores al pecado son relegados al in- fierno. Escenas del Juicio Final que representan a los elegidos dignamente vestidos en fuerte contraste con la vulgar y deforme desnudez de los pecadores camino del averno. La fealdad caracteriza rostros y cuerpos para evitar la tentación, pues ¿cómo resistirse ante la hermosura y la belleza aunque nos lleve al abismo?

Serán los artistas alemanes del Renacimiento quienes recuperen el erotismo gracias a los ricos burgueses que demandan obras eróticas para su deleite personal, haciendo que los artistas, deseosos de dar rienda suelta a sus emociones, se entreguen ávidos a los encargos del nuevo mercado. La obra de Cranach es un magnífico ejemplo de esta situación: mujeres de miradas lascivas en ojos rasgados cuyos cuerpos parecen, aún, fríos y distantes, mucho más tentadoras por lo inasequibles, donde lo erótico reside en los detalles que adornan sus formas femeninas, en sutiles velos que abrazan pero no cubren, sombreros elegantes y llamativos que recuerdan vestidos que no llevan, mensajes eróticos sólo perceptibles por personas cultivadas. Un mercado donde los mitos o las historias religiosas están al servicio del erotismo, entre la sensualidad y la muerte, como ocurre en el Jardín de las delicias de El Bosco, cuyo propietario, curiosamente, era el defensor a ultranza de la religión católica.

Una vez abierto el camino, los artistas hicieron el resto. La pintura se libera con el Manierismo, alcanzando la exquisitez erótica en la Escuela de Fontaineblau. El siglo XVIII desarrollará un erotismo verdaderamente libertino. En adelante, la pintura transgrede el mundo real, escapando al estancamiento idealista, aunque sigue, y seguirá, fiel a la belleza, sin la cual es difícil, por no decir imposible, la incitación, la tentación y la seducción.

Lágrimas de Eros
Hasta el 31 de enero de 2010
Museo Thyssen-Bornemisza
Casa de las Alhajas, Fundación Caja Madrid
www.museothyssen.org
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