En primer plano, Josep Álvarez, un joven viticultor huido a Francia por la convulsa situación política de la época que regresará a su tierra de origen con un proyecto ambicioso: elaborar un buen vino a partir de las viñas familiares dedicadas hasta entonces a la producción de vinagre.
En la presentación del libro a la prensa, Noah Gordon define su nuevo libro, “La Bodega”, como una carta de amor: «Este libro es mi carta de amor a un país. No descubrí las glorias del buen vino hasta que, siendo ya un hombre de mediana edad, empecé a viajar a España, donde pronto desarrollé un profundo afecto por la gente, su cultura y sus vinos»
El Sr. Gordon pretende apelar a nuestra conciencia patria (como si la tuviéramos) para que compremos la novela. Dice textualmente “Con el tiempo llegué a constatar que deseaba escribir sobre un hombre que viviera en España y que se atreviera a soñar con la posibilidad de elaborar un buen vino“. ¿Cómo? ¿Me lo repita? ¿Que dice qué? Vamos a ver. Por partes. Si quiere hacer una novela sobre España, pues vale, la hace y punto. Si quiere escribir sobre el vino, pues de acuerdo, escriba. Pero no me diga que la novela es un deseo suyo personal, porque le ha salido un auténtico churro. Espero que en su próxima obra nos demuestre que sigue siendo el maestro que descubrí en El Médico o Chamán, porque este no es un libro propio de alguien de la talla de Noah Gordon.
Ha escrito una “obrilla” fácil de leer, nada complicada, previsible desde el primer renglón hasta el último y ha dicho (imagino): “pues allá vamos, seguro que es un éxito porque es mío”. Aclaro que éstas últimas no son declaraciones de Noah Grodon, por si queda alguna duda.
Completamente de acuerdo con esta crítica literaria